martes, 26 de julio de 2011

Sol renaciente (Crónica del 23 y 24J en Madrid. 1ª parte)

Es hora de contar lo que vimos y cómo lo vivimos. Hora de resúmenes y balances tras dos días de protestas y reivindicaciones. De plasmar en una crónica, negro sobre blanco, lo que ha sido este fin de semana del 23 y 24J en Madrid. Hasta ahora, sabíamos del 15M en la capital lo que nos habían contado. En esta ocasión, somos parte del espectáculo.

Cita en Atocha
La solidaridad se convierte en arte en la Puerta del Sol
Llegamos el sábado a media tarde, con la fresca. Atrás han quedado 300 kilómetros de meseta amarilla. No los hemos hecho andando; no estaba a nuestro alcance. Ni por tiempo ni, seguramente, por fuerzas. Habíamos olvidado lo que era Madrid en plena canícula, pero la primera bofetada de aire tórrido nos pone al día. Punto de encuentro: Atocha. Se agradece el cambio de temperatura en la estación. El móvil simplifica la búsqueda. Sonrisas y abrazos. «¡Ese compi…!», «¿qué pasa, campeón?» Para empezar, un refrigerio líquido (¡hay que ver cómo están los precios en la capital!) antes de encaminarnos hacia la meta de la protesta: la Puerta del Sol. Aunque el camino más corto es la calle de Atocha, decidimos subir por el paseo del Prado, buscando la zona de acampada. Ni una sola tienda hasta Neptuno. Aún es pronto. La vía directa desde aquí hasta Sol, la carrera de San Jerónimo, está cortada por la policía. La sede de la soberanía popular, vedada al Pueblo. La ruta alternativa pasa muy cerca de la centenaria taberna La Dolores. Sería imperdonable no hacer una parada para deleitarse con esa caña exquisita –no es publicidad; es un aviso para navegantes. En muchos otros locales de esta villa, lo llaman una caña, y no lo es–. Tras la cañita restauradora, seguimos camino resoplando, dado que la cuesta es pronunciada y la sombra, escasa.
Con los pies recalentados por el ardiente suelo madrileño, nos plantamos en Sol. Poca gente aún, pero los tenderetes ya están montados. Cocina, biblioteca, punto de información… Nos dirigimos a este último para verificar lo de la zona de acampada: «aquí…, en el paseo del Prado…, cada cual donde mejor le parezca». Como no es cuestión de ponerse a montar tiendas con semejante temperatura, decidimos ejercer de turistas curiosos mientras hacemos tiempo para esperar al resto de nuestra expedición. La exposición de frases, trajes y artilugios es de lo más singular. Las cámaras fotográficas echan humo. A esa misma hora, las seis y media, las marchas indignadas se ponen en camino desde distintos puntos de la capital.

Sol estaba de bote en bote. Imposible acercarse más.
Más encuentros
Mientras la Puerta del Sol sigue llenándose de gente, volvemos a Atocha (donde nos cruzamos con la Marcha Este; al menos, dos mil personas) para recoger a los demás compañeros de Iniciativa Debate, que llegan puntuales. De nuevo, besos y abrazos. Con el grupo –cuarteto– ya completo, nos volvemos a Sol, no sin antes compartir bocadillos. Cuando llegamos, ya están allí las diferentes marchas. En realidad, parece que se haya congregado todo el mundo en la plaza. Avanzamos con dificultad entre el gentío, intentando buscar un ángulo que nos permita ver, y sobre todo oír, mejor. Misión imposible, aunque conseguimos acercarnos lo suficiente para, al menos, oír por la megafonía a quienes intervienen en la megaasamblea. Demasiado mega para ser manejable. Por fortuna, esta no es noche de decisiones, sino de encuentros, reencuentros y celebraciones. El ambiente, sin perder su ánimo reivindicativo, es más lúdico que otra cosa. Voces de los sitios más variados de España nos cuentan su periplo por las carreteras y los pueblos concienciando almas y recogiendo inquietudes. Es muy celebrado el testimonio de Javier, un policía de Madrid que ha decidido unirse a los indignados y anima a sus compañeros a hacer lo mismo o a «dejar que los demás lo vivamos con nuestra locura pacífica y solidaria». Un gran gesto, muy emocionante, que pone al personal en pie. Más tarde, una voz femenina nos insta por megafonía a no acampar en Sol y a utilizar la zona habilitada en el paseo del Prado, donde «nos han cortado el agua, pero tenemos muy buenos fontaneros que lo han solucionado».
Está ya bien entrada la noche cuando decidimos buscar la comodidad de los establecimientos de hostelería cercanos, que no deben de tener muchas quejas, porque están atestados. En alguno de ellos, incluso se nos niega la entrada «si no vais a cenar». Decidimos darle un respiro a nuestras piernas en una terraza, donde nos sentamos a charlar y cambiar impresiones. En general, todos esperábamos más, aunque es innegable que el ambiente general es de gran euforia. Teníamos idea de reservar fuerzas para el día siguiente, pero al volver a Sol no podemos evitar tomar nuestro propio trozo de plaza, ya más despejada. No todos los días se tiene la oportunidad de sentarse en plena Puerta de Sol a charlar e intercambiar experiencias con desconocidos. Una nube de vendedores de refrescos enlatados nos acosa con pertinaz insistencia. A euro la lata; seis por cinco, ya a última hora.

Una noche en el paseo
Vista parcial del campamento improvisado en el paseo del Prado.
Entre pitos y flautas, son más de las tres de la madrugada cuando plantamos la tienda a pocos metros de Neptuno. No tardamos en caer rendidos al compás de una sonata de ronquidos en Sol mayor. Pronto nos unimos a la interpretación, a pesar del continuo ajetreo del tráfico de una ciudad que parece no descansar nunca.
Poco después de las ocho, el duro suelo nos hace abrir los ojos. Nos desperezamos con el cuerpo dolorido. La edad pasa factura. No pesan los años; pesan las décadas. Nos conjuramos para esmerarnos más con el despliegue logístico para próximas aventuras. Impelidos por una urgencia urinaria, entramos a desayunar en el Starbucks de Neptuno. Bañera de té y bañera de café con derecho a aseo, 700 lúas de las de antes. Es el precio de tomar algo debajo del hotel Palace. Volvemos a conjurarnos para buscar un patrocinador cara a futuros eventos. Desmontamos el campamento y nos encaminamos al Palacio de Cristal del Retiro dando un tranquilo paseo mientras la ciudad casi desierta comienza su actividad.

Asamblea General detrás del Palacio de Cristal, en el Retiro.
Las asambleas de cristal
Las asambleas interregionales comenzaban a las 11:00, pero los puntuales no somos más de tres o cuatro docenas. Entre los perezosos se encuentra el 50% de nuestra expedición. A mediodía ya están formadas las asambleas, separadas por áreas: Análisis, Comunicación, Coordinación Estatal, Economía, Estrategia, Internacional… Para la de Legal, finalmente no hay quórum. En total, cerca de dos millares de personas. Sin involucrarnos demasiado, tratamos de picotearlas todas. La palabra que más se repite es coordinación. Parece que, por fin, se reconoce la necesidad de estructurar mínimamente el movimiento para mejorar y centralizar la difusión y unificar esfuerzos sin duplicarlos. Hay sugerencias de todo tipo: desde las más ingenuas y difusas, que recuerdan una carta a los Reyes Magos, a las más sesudas y sólidamente argumentadas. En general todas son escuchadas con respeto y respondidas con el lenguaje de signos ya habitual. Más tarde, las conclusiones de cada grupo de trabajo se expondrán en una Asamblea General masiva.
No podemos reproducir aquí todas las propuestas que se lanzaron, ni pretendemos levantar acta de lo que se dijo en cada asamblea; entre otras cosas, porque no pudimos atender a todas. Sí hablaremos más despacio de algunos aspectos que nos chocaron del modelo asambleario, o de lo tratado en el grupo de trabajo que conseguimos reunir por la tarde para abordar el asunto al que bautizamos ambiciosamente con el nombre de Nueva Constitución. Y, por supuesto, contaremos cómo se desarrolló la impresionante manifestación del domingo por la tarde. Pero eso será en otro post. Hasta entonces.

Red Kite, julio 2011.

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